Ofrecer
un servicio de calidad es un proceso altamente dinámico. Debe ser impulsado,
gestionado, analizado, corregido…
Si la cultura organizativa se orienta a un servicio de
calidad, este factor debe incorporarse a los equipos actuales pero también y de
forma clara un programa de desarrollo de
la calidad en el servicio debe abarcar los primeros estadios de la selección del
nuevo personal, de lo contrario, el cambio hacia la calidad no será ni sostenible
ni duradero.
Para la incorporación de talento a la organización es
preciso establecer parámetros elevados desde la contratación en relación a cada
puesto y ámbito de responsabilidad asignada.
Con frecuencia, en muchos procesos de selección aparecen
presiones y urgencias para cubrir un puesto que pueden suponer relajar el nivel
exigido para un determinado perfil. Resulta entonces importante comprender que lo que hay en juego es la calidad del
servicio y que de este depende la compañía.
Puesto que sabemos que es muy lento y costoso que la
calidad sea percibida y que resulta muy fácil y rápido perderla, por una vez
podemos ser pesimistas y pensar que: Es más fácil que un mal candidato
intoxique a un buen equipo a que un equipo convierta a un mal candidato en un
buen componente de este.
Las empresas que emplean un servicio excelente tienen
un denominador común, mantienen los niveles de exigencia en todo momento en sus
procesos de incorporación, no es aceptable actuar con precipitación.
En estos procesos, además de capacidades y
conocimientos adecuados es importante detectar actitudes y valores que encajen
en la cultura de la empresa y en su estrategia. En otras palabras, además de una
formación concreta el profesional responsable del proceso de selección debe ser
capaz de identificar un conjunto de
cualidades personales que influyen la eficacia en la que se presta el
servicio.
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